18 sept 2011

Destrucción del cuerpo frío.

"No saldrá bien. Nunca sale bien"

Éramos la destrucción de nuestros propios cuerpos, fríos como la piedras del camino. Volvíamos a casa, pero no sabíamos cómo llegar. Las primeras hojas del otoño yacían sin rechistar en el suelo mientras las pisaban nuestras ruedas en el asfalto.

La muerte de Bizcocho fue anunciada mucho antes de que su madre diera a luz. Él nació para morir y Susie para mirar al sol, para ser el todo de la existencia. A ella no le hacían falta caminos o carreteras, ella viajaba con el viento y no se detenía por nada del mundo. El reflejo de la luz se hacía eterno. Ella no se recuperaría y él viviría muerto en vida el resto de sus días.

La belleza del dolor, el profundo dolor que sentimos durante toda nuestra cruel existencia, era extraordinario. Ligero como los viajes de Susie en el viento, amargo como el café solo de la mañana, dulce como el apodo de Bizcocho. Ya nada era importante. La venganza, el desgarro, la impaciencia, la incertidumbre... todos nos destruían, mordiéndonos la carne a medio hacer, como el pavo relleno que se solía servir en acción de gracias y que al final, dejó de ser pavo para convertirse en un simple animal muerto, atropellado.