19 ago 2011

Gabrielle

Gabrielle, así es como la llamaban los clientes. Hombres limpios, hombres que olían a whisky y cigarrillos. Gabrielle sabía cómo pintar las palabras y como hacer que los pasteles que cocinaba terminaran de hacerse antes. Y eso a ellos les gustaba. Adoraban sus historias de cabaret de calle, y escuchar cómo hablaba de su niñez circense mientras fumaba. Había pasado mucho tiempo pero ella seguía admirando las arrugas que asomaban por sus esquinas y pintándose los labios rojo carmín.
Ella no era como las de ahora, sino una prostituta de las de antes. Ella, la de tacones negros y manos castigadas. Con medias a medio subir y las piernas llenas de escamas de purpurina roja que contrastaban con la palidez de sus maduras carnes. Gabrielle…la echamos tanto de menos.

Damien sabía entenderla. Siempre se la encontraba de madrugada en algún bar, con su pelo recogido y sus rodillas heridas, fumando y bebiendo ginebra con vodka. Él se sentaba sin decir nada y ella le hablaba. Lo seducía sin querer con sus historias de guerra y pobreza, como hacía forma inconsciente con todo el mundo de. De vez en cuando te subías las medias y te recolocabas la falda, como si quisieras hacer alarde de tu timidez, después de tantos años, Gabrielle.